Después del generoso gesto del gobierno español de dejar entrar en su territorio a los inmigrantes que llevaban meses en un barco, leí en alguna parte que la UA (Uninón Africana)había mandado su agradecimiento a España. No entendí el significado de este gesto. La generosidad de España no anula la vergüenza y la impotencia que nos cubren a muchos africanos. Por desgracia, estos sentimientos no los comparten los ilustres mandatarios de nuestro continente con sus ciudadanos de a pie. Ellos, con mandar ese mensaje de «merci» por el gesto de caridad realizado por España, ya se sienten igualmente bendecidos por los Dioses del cielo, los de la tierra y los mandamases humanos del mundo. Este conjunto de bendiciones otorgado por todos estos amos de nuestro universo, desde el cielo hasta la tierra, ha cegado una vez más a nuestros dirigentes africanos de ver la realidad de la situación. Y todo ello contribuye cada vez más a esa impotencia, vergüenza y desesperación, que encarcelan por completo a los ciudadanos de a pie y nos conducen a la idea de una especie de «dimisión colectiva» de nuestra África negra natal. De nuestra derrota.
Recojo en un trabajo mío, que la actual situación de África negra se asemeja a la que padeció durante los largos siglos de la represión llamada, esclavitud. Igual que entonces, nuestro continente no podrá nunca calcular con exactitud, el número de sus hijo/as que ha perdido y van perdiendo la vida en los bosques, en el desierto, en los mares o en las diversas cárceles y bosques de los países donde atraviesan o son llevados. La historia se repite. Los negreros actuales son, las guerras fraticidas o civiles y violencias de todo tipo que se llevan a cabo en nuestra tierra; las miserias mentales y materiales provovadas por unos y otros; las desorientaciones, la insensibilidad e irresponsabilidad de nuestros gobernantes y de nosotros mismos, sus subditos… Nuestra África negra está mal, llora de dolor, de impotencia y de vergüenza, lo mismo que muchos de sus hijos. Más que nunca, parece que ¡hemos «dimitido» todos!
Ante tanto drama y desesperación, los mandatarios de nuestra Unión Africana, no han encontrado otra excusa más que agradecer al simbólico gesto de caridad del presidente del gobierno español. Algo que por otra parte agrada mucho en esta sociedad. España o los españoles, tal cómo lo recojo también en otro trabajo mío, se caracterizan por la caridad que les viene de la fe católica-cristiana que llevan en la sangre desde siglos. Una caridad ante el pobre y débil del momento y del lugar, que ellos confunden con la solidaridad.
Esa fe que, después de décadas de vivir en esta sociedad, me ha llevado a reconocer que cada español lleva una «sótana» encima. Y esto hace que, incluso los amigos intimos se desconcierten cuando ven que algunos inmigrantes insignificantes como yo, no aplaudimos el gesto de la caridad de su gobierno. No quieren ni pueden entender que no lo hacemos porque entendemos y sabemos que no tiene ningún efecto curativo al mal que creen curar. Algunos podríamos haberlo hecho, si la caridad de Sr. Sánchez se hubiese hecho acompañar su gesto, con un debate abierto y sincero sobre las armas mortales y asesinas que fabrican España, los demás países de la Comunidad Económica europea y otros países; la rentabilidad que aportan esas armas en esas sociedades después de causar miles o millones de muertes, destrucciones de todo tipo, llantos, angustias y dolor más allá de sus fronteras… O también si el Sr. Sánchez hubiese publicitado al mismo tiempo, los beneficios económicos que ha ido adquiriendo España con sus armas en los últimos años con las guerras fraticidas de los países árabes y de otras partes del Tercer Mundo. Muchos hubríamos aplaudido con entusiasmo y esperanza, porque su gesto la interpretaríamos como una verdadera solidaridad humana, y no como la miserable caridad cristiana que es…
No queremos ser desagradecidos, pero sabemos todos, que este enésimo gesto de caridad de España no aporta ningún alivio al grave problema de esos inmigrantes desamparados. Antes de que desembarcaran esos «afortunados» en tierra española, las barcas de miles de otros deambulaban y deambularán por los mares del mundo; otros se pudren en las carceles de los países de Magreb, o vendidos a diario como esclavos en Libia, sin contar los que sucumben en el desierto…, otros que han osado cruzar a la fuerza el alambre mortifero de su frontera, han sido devueltos en «caliente». Una devolución en «caliente» que sabemos que que se «calentará» aún más en la otra parte, porque significa también el exterminio de la mitad de ellos…, amén de que los aceptados aquí, después de su larga o corta estancia en las «cárceles» llamadas Centros de acogidas, acabarán en muy poco tiempo, durmiendo en la calles de todo el reino y viviendo de las basuras que recogen…
¿Cuando y cómo podemos hacer ver a nosotros mismos, los negros africanos, que el remedio de nuestros males no se encuentra en manos de otros, sino de nosotros mismos, porque nuestras desgracias y dolor, no hacen sino enriquecer, fortalecer y engordar el poder económico y represivo de otros? Tan sólo pocas semanas después del glorioso gesto del gobierno de España, vimos y vivimos el levantamiento de casi medio país, por haber intentado insinuar, ese mismo gobierno, el recorte de la fabricación o venta de armamentos mortales que exporta a un un país árabe. Gran parte de la población de este reino no lo perdona ni lo perdonará jamás que reduzca aunque sea un mínimo, el nivel de bienestar de su pueblo por ese intento de salvar las vidas de unas cuantas personas en países lejanos. El gobierno, consciente de eso, dió inmediatamente marcha atrás sobre su intento. La nausea que produce todo esto es indescriptible… Reducir la fabricación de armas mortales y su consiguiente venta, se ha convertido en un verdadero delito en estas sociedades llamadas, civilizadas, democratas y de respecto a las vidas y derechos de las personas… Vivir de las muertes, los dolores, las angustias y demás desgracias de los demás, ha venido formando parte desde hace siglos, del modo de vida de la «civilización científica materialista» del hombre blanco que domina y cubre el mundo, mientras ahoga a algunos de nosotros sin saber cómo ni dónde escapar…
Repetía en un modesto travabajo mío «VISIÓN DEL MUNDO DE UN AFRICANO ¿DESDE EL ÉDEN?» que, ¡África negra debe cambiar! La obseción por copiar a rajatablas lo que hace Occidente, y hacer de su civilización cientifica materialista más nuestra que suya, no hace sino crearnos una inmadurez mental e hundirnos cada vez más en el fango. Copiamos sin más los falsos conceptos e ideales que crean ellos, y los convirtimos en «nuestros», sin comprobar primero si los propios creadores de los mismos los respectan o los aplican. Nos matamos entre nosotros para defenderlos; vociferando conceptos como, Libertad, Democracia, Derechos Humanos, a la vida… No queremos ver que sus libertades, sus Democracias, son en realidad, «autolibertades, autodemocracias, autoderechos humanos, o a la vida», para sus propias gentes y sociedades, pero «multiencarcelamientos, multitiranías y multimatanzas y geneocidios», para las demás sociedades débiles del mundo… Así vemos cómo, los ideales, las armas…, son fabricados por otros, pero los muertos, el dolor, la pobreza, los llantos y, por lo tanto las derrotas, son eternamente nuestros.
Esperabamos y llevamos esperando hace años, que nuestros mandatarios insinuaran algún plan o proyecto que intentara poner fin a esta especie de «exterminio» y sufrimiento que están padeciendo los jóvenes de África negra, primero en los países del norte del continente, llamados hermanos, pero que los tratan igual o peor que los otros, porque ellos son también blancos y no negros como nosotros. Pero en vez de encontrarnos con esa posible iniciativa, percibimos solamente el agradecimiento al simbólico gesto de caridad de otros. Esos otros, que son, como sabemos, además de nosotros mismos, parte de las causas de esos males… Por eso al percibir y convencernos de que nuestros dirigentes no pueden, ni tienen ningún interes en luchar contra esa desgracia, porque han «dimitidos» todos, nosotros los ciudadanos de a pie debemos levantarnos, revocar nuestra parte de «dimisión» colectiva, y luchar para encontrar medios y combatir nuestra derrota colectiva también. ¡La derrota colectiva de nuestra querida y amada madre, África negra!
Inongo-vi-Makomè
Barcelona, 12/9/2018