(Conferencia en la Universidad de Tarragona)
14/3/2014
INTRODUCCIÓN
Agradezco una vez más esta invitación que me ha hecho el profesor Oliver Klein, para poder estar con ustedes aquí hoy. Y más que una charla o conferencia, lo que quiero es que consideren mi siguiente exposición como una reflexión personal al que me gustaría que me den luego sus opiniones al respecto. Verán, yo aunque lejos de mi tierra natal allá en África, me he auto educado en la cultura de nuestra literatura oral. Por eso, más que escritor, dramaturgo o ensayista como gustan denominarme, yo me autodefino como cuentista. Es decir un modesto creador y narrador de cuentos. He ido aprendiendo de los cuentos de mis antepasados, que el cuentista es tan sólo un humilde servidor que ante un posible conflicto, ya sea grave o no, intenta él insinuar una posible salida. Una salida en la que no obliga nunca a nada, ni a nadie, sino que deja esa insinuación al aire. Por eso dicen, y con razón, que el cuento africano queda abierto, mientras el europeo cierra… De paso diré que me alegro mucho que el profesor Klein me haya sugerido este tema que vamos a tratar hoy, El sin sentido del racismo, ¿qué es el racismo?, porque estoy escribiendo un ensayo donde trato también este tema, y me viene bien reflexionarlo hoy con ustedes.
ÁFRICA NEGRA
Antes de adentrarnos en el tema que vamos a tratar, me gustaría que parráramos un poco para hablar de África. Sobre todo de África negra. Digo África negra, no África subsahariano, que es el nuevo término que los europeos nos han acuñados. Muchos africanos no lo aceptamos. Los sub, sobre, entre, etc. Serán otros, pero nosotros somos los africanos. Si quieren añadan, negros africanos, pero africanos. Nadie denomina a los españoles y portugueses, sub pirenaicos ni nada de eso, ¿por qué sí a nosotros?
África negra es un viejo continente que siempre ha estado donde está. Hace poco en otra conferencia, hice mención de la diferencia de términos o de traducciones sobre ciertos conceptos que a veces llevan a la confusión. Los europeos han utilizado siempre el termino, “descubrir”, cuando quieren demostrar la grandeza de sus exploradores. Dicen: “Tal o tal explorador descubrió tal lugar de África…” Es un término que los europeos pueden utilizar, pero no un africano como yo. Yo digo que tal o tal europeo encontró o llegó a mi tierra, nunca que descubrió, por lo menos en el sentido que ustedes lo dan. Siempre hemos estado allí. África es tan vieja que dicen que allí nació todo, incluso la propia vida. Nosotros los negros, sus habitantes venimos habitándole desde hace muchos siglos. En ese continente tuvimos nuestros más y menos. Tuvimos nuestra época de gloria que remonta en el gran imperio egipcio. Un imperio dirigido por faraones negros. No importa que después de perder las batallas y el poder, la historia ocultara o callara la verdad. Por desgracia o por suerte, la verdad acaba siempre por aparecer. Escribe el filosofo, profesor Eugenio Nkogo, en su libro, “LES GÉNIES DES ISHANGOS”, lo siguiente: “En otro contexto, encontramos otra vez los griegos en perfecta harmonía con el negro africano… Los egiptólogos franceses como Émile Amélineau, Masson-Ourcel, Serge Sauneron, Gsutave Lefèbre… el inglés T. Eric Peet, el alemán V.V. Struve, el senegalés Cheikh Anta Diop… tomaron una tarea común. Su importante misión consistía en recordar a la humanidad que los restos arqueológicos y otras innumerables actividades culturales e intelectuales de alto nivel de desarrollo del saber humano, que fue descubierto por ellos mismos y por otros muchos investigadores así cómo los testimonios de los griegos, muestran con toda evidencia que el Egipto de la negritud era, no solo la cuna de la sabiduría, sino también la metrópoli de los sabios y de los filósofos griegos”.
He hecho esta larga introducción, no tanto para intentar justificar nada, sino tan sólo para que todos intentemos reflexionar sobre la realidad del mundo. Este mundo de todos nosotros, tiene estos altos y bajos, que muchas veces no conseguimos ni podemos controlar los hombres, por muchos que lo queramos.
RACISMO, ¿QUÉ ES?
Llegado a este punto, quiero entonces abordar el tema que nos ha unido aquí hoy: EL RACISMO. Me gustaría preguntar primero, ¿qué es el racismo? O, ¿qué entendemos por racismo? El diccionario lo define como “doctrina según la cual ciertas razas humanas se consideran superiores a las demás y con derecho a prevalecer sobre ellas”. La explicación o definición aquí es muy clara: Ciertas razas se consideran… Pero más que razas, podríamos decir también que ciertos individuos se consideran superiores a otros. Porque, cuando el desprecio proviene de la gente de la misma raza, ¿cómo hemos de considerarlo o denominarlo?
En ese Atiopia, o el todo poderoso gran imperio egipcio de la negritud que acabamos de ver, los mandamases, que eran los faraones negros, tenían tan esclavizados a los negros que eran gente de su propia raza, como a los otros individuos de razas diferentes que vivían allí. No creo que los pirámides que son hoy un patrimonio de la humanidad, fueran construidos por obreros pagados mensualmente aunque con míseros sueldo, por lo menos no todos ellos. Muchos fueron levantados por los oprimidos (que otros llaman esclavos, aunque a mí no me gusta utilizar esa palabra. Para mí todo hombre nace libre, no hay esclavos, sino oprimidos).
Pero a parte de Egipto, ha habido otros grandes imperios en África negra donde se practicó lo mismo… Y si salimos de Egipto y venimos aquí a Europa, nos encontramos con el mismo fenómeno, de gente poderosa que reprimía sin ningún miramiento a otros. Y estos otros no eran sólo negros sino blancos nativos de este continente. Muchos de sus grandes monumentos o construcciones, hoy declarados también patrimonio de la humanidad y el orgullo de sus pueblos y países, fueron igualmente levantados por hombres oprimidos, en este caso, oprimidos blancos.
Es verdad que en esta parte del mundo gusta mucho ocultar ciertos hechos, o la propia historia. Así tenemos que, cuando se habla hoy de la esclavitud, todo el mundo lanza sus miradas hacia los afroamericanos, ya sean norte americanos, brasileños, panameños, etc. Europa se hace el santo como si no hubiese practicado primero esa opresión dentro de su propio entorno y con su propia gente. Nadie aquí quiere lanzar la mirada hacia atrás para no descubrir que puede ser con toda seguridad el descendiente de un posible oprimido de las épocas anteriores. Se da ese calificativo sólo a los negros del continente americano… Un amigo mío, un hombre al que admiro mucho, gran estudioso de la historia catalana, me contó una vez que fue a dar una charla a un pueblo de aquí en Cataluña, cuyo nombre me callaré. Contó que antiguamente ese pueblo era en realidad una gran finca de un rey de Madrid o de Castilla, y mandaban a trabajar en esos campos, a prisioneros, es decir, grandes asesinos, ladrones y delincuentes de todo tipo. En una palabra, venía a revelar mi amigo en su conferencia que ese pueblo estaba constituido por los descendientes de aquellos malhechores del pasado. Casi lo matan por soltar esa verdad. Como venía diciendo, en esta parte del mundo, nadie quiere echar la mirada atrás para ver o descubrir su pasado, que en cierta manera, es el pasado de la humanidad. La realidad de todos nosotros. Y creo que mientras no lo intentemos hacer todos nosotros (no digo que miremos atrás para quedarnos allí, sino para avanzar en el futuro con más seguridad), la solución que apliquemos a los problemas de la humanidad, será sólo una especie de medicamento para curar los síntomas de la enfermedad, y nunca la causa de la misma.
Desde hace mucho tiempo, se me viene preguntando, los amigos o algunos medios de comunicación, sobre lo que pienso del racismo, o si yo creo que España es un país racista, etc. Desde siempre he contestado lo mismo: que no sé lo que es y tampoco sé si España es un país racista. No contesto esto para intentar eludir el tema o huir de él, sino porque así lo siento de verdad. Nunca he entendido qué es el racismo, ni si España es un país racista, debido a algunas razones que acabo de exponer. Desde siempre no he permitido que un racista me transmita su problema. Es su problema, no el mío. El orgullo que siento por ser quién soy, es decir ante todo un ser humano, nunca me ha permitido perder un solo minuto de mi vida en intentar justificarme ante nadie.
LUCHA POR LO DERECHOS SOCIALES
Es importante que sepamos distinguir las diferentes injusticias que suceden en éstas, nuestras sociedades humanas, para así saber combatirlas. Yo personalmente lucho y lucharé para lo que me queda de vida por los derechos sociales de las personas, no para que los blancos, amarillos o gente de cualquier otra raza, color, quieran a tal u tal otra raza si ellos no lo desean así. Personalmente no creo que en la altura del siglo que estamos, deba haber seres humanos que mendiguen el amor de otros orientado de esa manera, si es que esto lo podemos llamar amor.
En una Universidad de una pequeña ciudad de aquí en España donde estudiaba, un joven profesor que militaba entonces en Fuerza Nueva, se lo tomó conmigo. Contaba a algunos compañeros míos que me iba hacer la vida imposible, y así fue. Me amargó la vida suspendiéndome muchas veces sin tan siquiera leer mis exámenes. Un día le acorralé en un pasillo y le dije, “Sr, X, no me importa que sea usted racista, es su problema no el mío, pero espere aplicarme cualquier trato que le dé la gana si un día me ve ir a pedirle trabajo a usted o a su padre”. Sorprendido por mi calma cuando le decía eso, me dijo que yo le hacía unas falsas acusaciones. Le volví a decir que no le acusaba de nada, tan sólo le decía que no me importaba que fuera racista, pero en un centro público donde mis padres gastaban dinero para pagarme los estudios, no aceptaba eso…
Sí, ese señor me amargó la vida, pero también hizo lo mismo con los compañeros/as que militaban entonces en el partido Comunista de España. Estoy hablando de los primeros momentos que España salía de su dictadura y todavía no había derechos para los débiles. Y como saben muchos de esos profesores eran hijos de papas. En este caso el padre era gobernador civil entonces de Murcia. Porque si hubiesen posibilidades de obtener derechos como ahora, esos compañeros y yo hubiésemos luchado por nuestros derechos, y no para que ese señor dejase o no de ser racista.
FALSO REMEDIO
Llegado aquí, quiero decir que no estoy del todo contento o convencido de la lucha que unos y otros entablan para lo que llaman, “LUCHA CONTRA EL RACISMO”. Porque lo que he visto hasta es un remedio que no hace más que fortalecer el ya arraigado complejo de inferioridad de los negros en este caso, y el de superioridad a los blancos. Una raza o unos individuos pueden haber sido vencidos en alguna época de la historia, tal es el caso nuestro de los negros, y no importa que esa época se prolongara hasta siglos, pero cuando esos supuestos vencidos recuperan su conciencia y sobre todo su memoria, aún sin haber obtenido de todo su libertad, no pueden ni deben mendigar su condición o derechos de seres humanos a otros seres humanos iguales que ellos, aunque con color de piel diferente. Cuando se vive en un ámbito social común, hay que luchar por la igualdad de derechos, y que a parte o en privado, cada uno odie se simpatice con la raza o las personas que queira. Si algunas personas se ponen tercas, lo que hay que buscar es intentar vivir en paz dentro del odio, como dice un personaje de una de mis obras de teatro, “Los Descendientes”.
Sobresaltar porque alguien me desprecia por mi color de piel, o porque me ha llamado mono o lo que sea, sería odiar yo a mi raza. Hoy considero igualmente racista, aquel negro que patalea porque un blanco o quien sea le ha despreciado por su color de piel. Es racista porque no ama su color de piel o raza, porque si lo amara, en vez de molestarse tan si quiera un poquito, pasaría de lo que el otro le dice. Yo lo hago. Y lo hago porque amo mi raza y mi condición de ser humano. La solución al llamado racismo, que como les he dicho, no sé exactamente lo que significa, no está en intentar convencer al otro de descubrir la igualdad de todos nosotros, sino en que las supuestas víctimas descubran ellos y amen su condición de ser humano y luego de la raza que pertenecen. La solución está entonces en como digo en las supuestas víctimas, no en sus verdugos. No son éstos los que tienen que cambiar, sino los primeros. Siempre he dicho que ningún opresor otorga a su oprimido una libertad que no sea otra opresión. La verdadera libertad la ha de conquistar el llamado oprimido.
CONCLUSIÓN
La lucha de los hombres debe consistir en derechos humanos de todo tipo, y no alentar o hinchar cada vez más los complejos de unos y otros. Esto es por lo menos lo que yo creo.
¡¡¡¡¡GRACIAS!!!