A veces un doble sentimiento de sadismo y masoquismo se apodera del hombre sin él mismo saberlo, y menos desearlo. Esto es lo que sucede cuando lanzas un mal augurio sobre lo que pasará en el futuro, luego llega ese futuro y descubres con horror que tu premonición se ha cumplido. Mientras lo adivinabas en el pasado, podías parecer un sádico. Y cuando en el presente esa premonición se hace realidad, sufres por descubrir lo que temías, pero al mismo tiempo una parte de ti siente una cierta satisfacción porque ya lo habías previsto. Es entonces cuando te retuerces dentro de tu angustia…
Hace poco menos de un par de décadas, cuando España nadaba en la abundancia, algunos nos retirábamos en nuestra soledad y murmurábamos la preocupación que sentíamos por lo que pasaría con nosotros, los inmigrantes del Sur, cuando esa bonanza económica tocara a su fin. En aquellos momentos, muchos no preveían una situación económica catastrófica como la actual. Algunos sí la veíamos venir.
El término o concepto reservado para los inmigrantes pobres en aquella época, era “la integración”. Nunca nos aclararon en qué consistía. Por eso, en algunos de mis trabajos sobre la inmigración negra africana, lo interpreté por mi cuenta como el esfuerzo de los nativos por legar a los inmigrantes, los trabajos penosos y mal pagados que ellos rehusaban. Con sus míseros sueldos, los ciudadanos del Tercer Mundo se integraban en el sistema del consumo masivo de la sociedad. De esta manera, el país aprovechaba los beneficios que esta mano de obra barata aportaba con su trabajo, al tiempo que recuperaba de una manera u otra, lo poco que se les pagaba para mantenerse… En su día denominé a todo esto, “INTEGRACIÓN O ASIMILACIÓN LEGAL EN LA MARGINALIDAD”.
Esto mismo ya lo habían practicado los colonos europeos en África. Al principio alimentaban a los reprimidos africanos para que tuvieran fuerzas para rendir en sus trabajos forzados. Esto es más o menos lo que el hombre hace con los animales que utiliza en sus faenas. Pero pronto los colonos europeos descubrieron que podían aprovechar el esfuerzo físico de los negros, y al mismo tiempo recuperar la mísera comida que les daban. Crearon entonces entre los africanos una cultura de adicción al consumo de sus productos manufacturados, instigándoles a odiar y a despreciar todo lo que ellos mismos producían. La adicción a todo lo que era europeo caló muy hondo en los africanos y ya no hubo manera de liberarse de esta adicción hasta hoy en día.
¿Por qué temíamos entonces algunos en el pasado que pudiera presentarse la situación actual? Pues porque, como alguien escribió hace tiempo, cuando se vive lo suficiente, se llega a descubrir que toda conquista acaba convirtiéndose en derrota. Esto sucede muchas veces porque en ocasiones, lo que consideramos como una nueva conquista, en realidad es un antiguo fracaso o injusticia del hombre en el pasado, que se instala con una identidad nueva en el presente. No dudo que haya habido nuevas y buenas conquistas sociales por parte del hombre. Las ha habido, y muchas. Pero dentro de estas conquistas, existen también injusticias humanas del pasado disfrazadas bajo otros apelativos. Si analizamos a fondo la vía de introducción del sistema capitalista en África negra que acabamos de describir, descubriremos que no se diferencia mucho del concepto y contenido de esta integración legal en la marginalidad moderna de los españoles para con los inmigrantes del Sur en su territorio. Podríamos añadir otro ejemplo: en el pasado, en Europa existían dos clases sociales, los nobles y los plebeyos. Las damas de la nobleza bajaban a los barrios pobres de los plebeyos acompañadas de sus sirvientas para llevarles la caridad. Se supone que estas diferencias sociales se abolieron. Pero sabemos que persisten en nuestra época actual disfrazadas bajo otros nombres y procedimientos. Si contemplamos la Europa y el mundo occidental de hoy, veremos que no se diferencian en nada de aquella sociedad de los nobles de antaño. Los países del Sur son como los barrios de plebeyos de entonces. La caridad que llevaban las damas de la nobleza, es lo que gestionan en nuestros días algunas ONG… Son las derrotas o injusticias de ayer, vestidas con los nuevos trajes de las conquistas de hoy…
En pleno apogeo de la integración legal en la marginalidad de los inmigrantes en España, sabíamos que mientras los nativos nadasen en su opulencia, no habría problemas para estos forasteros pobres. Contemplar a los inmigrantes inmersos en los trabajos que despreciaban y rechazaban los indígenas, no hacía sino llenar de orgullo a éstos últimos. Pero preveíamos que aquel ambiente cambiaría cuando la situación económica del país dejara de ser boyante. Cuando los lugareños ya no pudieran disponer de medios para alimentar holgadamente a sus respectivas familias. Sabíamos que aquella mirada de desprecio y orgullo que dirigía el nativo al forastero inmerso en sus penosos trabajos, se tornaría en mirada de rencor y odio. Y del rencor y el odio se pasaría a la agresividad y a la violencia hacia el otro. Hoy, como sabemos, ya se está dando esta situación en países como Grecia, etc.
En el reino de España, esa agresividad y violencia hacia los inmigrantes no la han puesto en marcha los ciudadanos de a pie, sino el propio gobierno de la nación. No hace falta que los ciudadanos vayan a agredir a nadie. Su gobierno, legitimado por el Congreso de diputados, ya lo hace de forma legal. ¿Acaso podemos considerar la retirada obligatoria de las tarjetas sanitarias a un determinado colectivo como otra cosa que no sea agresividad y violencia hacia él? ¿Cómo llamar o considerar al hecho de dejar sin asistencia sanitaria a miles de personas que viven dentro del territorio español?
Sabemos que esta maniobra de expulsión masiva disfrazada no tendrá el efecto esperado y deseado mientras el gobierno no decida mandar a sus policías a los hogares de estos inmigrantes. Algo así como lo que se hizo en la Alemania nazi con los judíos. Muchos inmigrantes no se irán. No lo harán no porque no quieran, sino porque no saben cómo, ni dónde ir. Será entonces cuando se presentará la segunda fase contemplada igualmente en este Decreto Ley: la muerte lenta y anónima de miles de ellos. Es el crematorio de los tiempos modernos para los inmigrantes del Sur en España. ¿Este decreto ley de la retirada de la atención sanitaria a los inmigrantes, no es acaso un proyecto de genocidio en la España del siglo XXI?