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LOS OLVIDADOS DEL PARAÍSO EN LLAMAS (Conferencia en el Ateneo de Madrid)

LOS OLVIDADOS DEL PARAÍSO EN LLAMAS

(Conferencia en el Ateneo de Madrid)

24-10-2013

AGRADECIMIENTOS

Quiero agradecer en primer lugar esta invitación  de los dirigentes de esta gran entidad para estar hoy aquí. Es un gran honor para mí. Mis agradecimientos también a todos los presentes. ¡Muchas gracias a todos!

INTRODUCCIÓN.

Antes de adentrarme en el tema que voy a tratar aquí, quisiera pedir perdón a los que el título de esta exposición podría molestar, LOS OLVIDADOS DEL PARAISO EN LLAMAS.  Este título puede parecer también exagerado, pero creo que no lo es. No lo he buscado para llamar la atención de nadie, sino para ver si podemos reflexionar un poco  sobre el drama humano que nos rodea.

Acuñamos muchos  en el pasado el término “paraíso” cuando nos referíamos a Europa, porque así considerábamos realmente este continente desde allá en nuestras tierras. Es más o menos la idea o  el concepto que los propios colonos europeos quisieron que tuviéramos de su continente. Este concepto pudo calar y ha calado muy hondo, debido a ciertos factores. Uno de ellos es la pertenencia terrenal del africano. Hemos de tener en cuenta que en la vida del negro africano tradicional, y hasta diría también actual, la tierra es el habita natural y eterno del hombre. Aún cuando las religiones importadas que dominan hoy en África negra  han traído el concepto o la creencia de que la mejor vida para el hombre, es en el cielo después de la muerte, para muchos africanos, la tierra sigue siendo nuestro hogar eterno. Mientras que casi a cualquier europeo cuando se le pregunta por alguien suyo fallecido, levanta el dedo y señala  el cielo para indicar que allí se encuentra, en muchos negros africanos, los creyentes cristianos y otros incluidos, siguen o  seguimos encorvando el dedo índice hacia abajo, señalando la tierra para indicar donde se encuentran nuestros difuntos. En los poblados para contestar a esa pregunta, se suele señalar la dirección donde se encuentran las tumbas, para indicarlas como el otro hogar donde habitan nuestros muertos. No digo que no haya excepciones, pero normalmente es así.

Para desprestigiar, no diré, religiones, sino todas nuestras creencias, se ha dicho que los negros rendimos cultos a los muertos. He intentado corregir este falso concepto en algunos de mis trabajos, negando lo de “rendir culto”, y sí afirmando lo de la convivencia. Los africanos no rendimos culto a nuestros muertos, pero sí convivimos con ellos. Entre ésta que yo denomino como la “primera vida”, y la “segunda vida” que es aquella donde residen los antepasados, hay una estrecha unión y convivencia.

He hecho esta introducción para justificar el por qué vengo utilizando el nombre o el concepto de “paraíso” en mis trabajos sobre el drama de la inmigración negra africana en tierras europeas.

Es posible que los europeos al principio cuando en su época de dominio sobre nosotros, quisieran solamente enseñarnos su perfección así como la de su tierra lejana, sin pensar en ningún momento que podíamos alcanzarla algún día. Pero fue una apuesta arriesgada. Muy arriesgada. Nunca tuvieron en cuenta que, todo ser humano que se considera como tal y de este mundo y lo ama tanto, no puede renunciar a la conquistar de un lugar del mismo que los otros le señalan como el mejor de todos. Muchos humanos adelantaríamos los momentos de nuestras muertes si tan sólo  unos cuántos muertos retornaran a esta vida y nos predicaran que, allá de donde ellos vienen y viven, es mejor. Este adelanto lo harían tanto los que creen en el cielo, como los que creemos en la tierra.

¿POR QUÉ VIENEN?

Los colonos europeos predicaron esa buena vida de su tierra y la perfección de la misma.  Por eso muchos venimos aquí en el pasado, y por eso también muchos siguen y seguirán llegando en el presente y en el futuro, a pesar del eco  de los fuertes gritos de  “¡Fuego…! ¡Fuego…!” que se están  lanzando ahora  desde aquí.  Recuerdo, hace muchos años, cuando buscaba información para mi primer libro sobre la inmigración, que titulé, “España y los negros africanos”, a todos los inmigrantes que hice la  pregunta de por qué venían, casi todos me daban la misma contestación: “A buscar la vida”. De eso como digo, hace muchos años, pero hoy la respuesta sigue siendo la misma. No es una frase aprendida. Es una respuesta que te dan con toda sinceridad. Creen de verdad que aquí en Europa hay una mejor vida. Una mejor vida que cada uno de ellos también quiere compartir.

Observamos una situación paradójica: Resulta que los dueños del paraíso, para no descubrir la falsedad de sus predicaciones del pasado y del presente, no quieren hacer nada que pueda descubrir sus miserias al exterior (Vimos con qué rabia reaccionaron las autoridades españoles cuando algunos medios americanos e británicos publicaron ciertas imágenes de sus mendigos…). Y nosotros los intrusos venidos del exterior también, y que conseguimos entrar, no podemos tampoco revelar nuestras miserias propias, nuestras decepciones personales, a los que se han quedado fuera o detrás… ¿Por qué no lo hacemos, nosotros que somos sus hermanos? ¿Por vergüenza, para no descubrir nuestros fracasos, o simplemente por pura maldad?

Porque si bien como acabo de mencionar más arriba, que se oyen gritos de “¡fuego, fuego…!, que provienen de aquí, hemos podido constatar todos, que esos gritos no disuaden a los osados inmigrantes que siguen arriesgando sus vidas a diario, consiguiéndolo muchos, y muriendo en el intento otros tantos. Las muertes en este intento ocurren todos los días, aunque muchos se enteran de ellas en el mundo, sólo cuando suceden tragedias como las vividas en las últimas semanas en las costas Italianas.  Jordi Vaquer, en un artículo en el periódico “El País” titulado, “El limbo”, recordaba lo siguiente: “Las fronteras de Europa sangran. Las tragedias tienen que alcanzar centenares de muertos para volver a ocupar portadas; una o dos decenas de muertos en Lesvos, en el estrecho de Gibraltar, en la costa libia o en las playas canarias quedan ya relegadas a la crónica local.”   

GRITOS EN EL SILENCIO  

Efectivamente, excepto esas grandes catástrofes, el drama de muchos inmigrantes en este “paraíso” que personalmente creo que está en llamas, queda sepultado en un largo e inmenso  silencio. Pero, ¿podemos extrañarnos de que esto pase? Creo que no. En un país como España, donde se cifra en miles o millones de nativos pasando ya miserias de todo

tipo, ¿puede escucharse los gritos de unos pobres y desgraciados inmigrantes, es decir de los no nativos…? Yo y muchos otros también como yo, sí que los escuchamos. Y les puedo asegurar que esos olvidados en este paraíso que arde, gritan. Gritan mucho y fuerte, se lo puedo asegurar. Aunque eso sí, sus gritos se pierden en el silencio.

EL LIMBO EN EL PARAÍSO

Acababa de mencionar más arriba esa especie de situación paradójica que vivimos. España o Europa, a pesar de las llamas que ya se detectan en sus costados, hace todo lo posible para esconder sus miserias, y lo que nos pasa a los inmigrantes, lo voy a explicar partiendo de un párrafo de la introducción del libro de Jean Ziegler, titulado: “Les nouveaux maîtres du monde”  (Los Nuevos amos del mundo), dice lo siguiente: “El hambre y la malnutrición crónica constituyen una maldición hereditaría: cada año, decenas de millones de madres malnutridas, y que sin embargo dan la vida, recuerdan a las mujeres condenadas de Samuel Beckett, que a su vez escribía: << dan a la luz entre una tumba… El día brilla un instante, luego es de noche otra vez>>”

Esta es más o menos también la situación de muchos inmigrantes africanos tanto en España como en algunos otros países europeos. Huyen de las miserias de sus respectivos países. Una situación de un cierto limbo o infierno. Muchos llegan por tierra y alcanzan a los países del norte de África, donde pasan otro limbo o infierno, peor y más grave aún que lo que pasaban en sus países. A pesar de ello, continúan. El reto es alcanzar Europa, lo que es lo mismo, conquistar el paraíso. Poner fin a todos sus males… Los que logran llegar con vida en tierras europeas, sienten inmediatamente el centello de las luces de ese paraíso que venían buscando. Pero inmediatamente también les ciega la oscuridad. Contemplamos muchas veces en las imágenes que nos muestran en la televisión,  las expresiones de alegría desbordada en las caras de  los inmigrantes cuando han logrado saltar las vallas de las murallas de Melilla. Es el momento de la luz. De una intensa luz. Pero inmediatamente también no volvemos a enterarnos ya de nada. ¿Por qué pasa eso? Porque inmediatamente también se han vuelto a introducirse en la oscuridad más absoluta. Los encierran en cárceles diversas, aunque se denomine de otra manera estas cárceles. Hemos asistido en las últimas semanas en un claro ejemplo de lo que digo: vimos cómo los inmigrantes que han logrado contemplar esa intensa luz en Lambedusa, han vuelto a emergerse en la oscuridad, mientras las autoridades italianas decoraban solamente a sus compañeros muertos… ¡Mam´enying! (¡Cosas de la vida!) Es el título de mi última novela.

Es decir, después de ver la luz, se vuelve enseguida a zambullirse en la oscuridad absoluta. En una especie de limbo o infierno, muchas veces con efectos y consecuencias peores que los que se pensaba haber dejado atrás. Pero mi pregunta es: ¿puede haber limbo o el infierno en el paraíso?

SITUACIÓN REAL ACTUAL

Sin querer de ninguna manera dramatizar nada, porque nada de todo esto es nuevo, creo sin embargo en esta situación de limbo o infierno, se encuentran hoy día muchos inmigrantes africanos que llegaron y llegan  en busca de “la buena vida del paraíso”. Lloran, se lamentan y gritan, pero todo eso cae en el silencio, mientras muchos otros mueren en el olvido. Esas miles de muertes en el olvido de los inmigrantes, es precisamente lo que contemplan ciertos  proyectos como el que decretó el actual gobierno de España de retirar la atención sanitaria a los sin papeles.

Pero no son sólo estos sin papeles, están también decenas de miles de legales, que llevan incluso algo más de una década aquí, pero no tuvieron nunca una situación  estable para cotizar en la Seguridad Social. Unos y otros gritan casi por igual. La agonía es más o menos la misma.

POSIBLES SALIDAS

Pero no he venido aquí solamente a exponer la dramática situación de esos inmigrantes, de éstos que llamo, los olvidados del paraíso en llamas. No es fácil imaginarse una solución en la situación actual, pero se ha de intentar imaginarse. ¿Puede pedirse a un país como España, que está atravesando la situación económica tan grave como la actual, que ayude a los no nativos mientras sus propios ciudadanos nadan algunos en la pobreza extrema? No lo sé, es difícil. Pero las personas de las que estamos hablando, aunque exentos muchos de ellos de sus derechos por no tener papeles, se encuentran en su territorio. Son seres humanos, y se debe intentar ayudarles también. Un continente, como el europeo, que predica y presume de respectar los derechos humanos, no puede privar de esos derechos a los humanos que ya residen en su territorio, dando esos derechos a los muertos y negándolos a los vivos, como lo que acaba de pasar en Italia.

Pero no sólo España, en este caso debe cargar con toda la responsabilidad. Es importante remover conciencias de las autoridades de los países de origen de estos inmigrantes para que hagan algo. He sabido que hay iniciativas de algunos gobiernos africanos sobre estos inmigrantes. No sé exactamente en qué consisten… Sabemos de las dificultades económicas de nuestros países, de allí de hecho, la huida de muchos de estos que inmigran. Pero sigo sosteniendo que se deben activar algunos proyectos, aunque sean sólo de procurarles los pasajes de vuelta a sus países para los que quieran hacerlo.

Pero ninguna de estas posibles soluciones surtirá efecto si no va acompañada de la prevención. Una vez en una Mesa Redonda en Barcelona sobre este problema de la inmigración, dije  entonces (Hace muchos años de eso) “…que no debe ser sólo si se integra o no; o cómo se integran a los inmigrantes, porque ningún país puede absorber un número indeterminado de personas que vienen del exterior, sin poner en jaque sus propias estructuras internas. El problema de la inmigración estaba en pararla desde los países de origen…”.

Para esta posible prevención se requieren muchas salidas. Jean Ziegler, en la introducción de su libro que cité antes, recoge la reflexión del teólogo suizo,  Walter Hollenweger, que dice lo siguiente: “La obsesiva voracidad y sin límites de nuestros ricos, acompañada de la corrupción de los elites de los países en vía de desarrollo, constituyen un gigantesco complot de matanzas… En todas partes en el mundo y cada día, se produce la masacre de inocente de Bethléem.”  Esta voracidad y avaricia de unos cuantos que condenan a millones de personas, ya no sólo en la miseria, sino a la muerte, es el punto principal por donde se tiene que tener muy en cuenta, antes de buscar cualquier solución al problema.

Es importante que los que creemos de verdad que un mundo mejor es posible, y aquí bajo, nos comprometamos a luchar con esto. Hay quienes afirman que llevamos sumidos en la Tercera guerra mundial desde hace unas cuantas décadas. Si lo miramos fríamente, veremos que no les falta razón a los que así lo afirman. Ninguna guerra mundial de las dos habidas, mató a tanta gente a diario, como lo que contemplamos hoy.

Jean Ziegler se pregunta: “¿Cómo es posible que en un planeta donde abundan tantas riquezas, cada año centenares de millones de seres humanos sean librados a la miseria extrema, a la muerte violenta, a la desesperación?” Sí, yo también creo que la situación que vivimos indica con toda claridad  que estamos inmersos en plena Tercera guerra mundial. Y frente a cualquier guerra, se ha de buscar los mecanismos necesarios y eficaces para desactivarla afín de alcanzar la paz. Busquémonos entonces esos mecanismos para desactivar esta guerra y poder lograr la paz. Y, ¡¡¡ojala esa paz que se consiga sea duradera y sobre todo, definitiva!!!

¡¡¡GRACIAS!!!

 

 

 

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