Superposición del sitio

Presentación novela Mam’Enying en Madrid

Sábado 1 de Junio 2013 a las 19:30
C/Marqués de Cubas 8, Madrid
(Metro Banco de España)

Quiero dar las gracias a Inongo por hacerme partícipe de sus pensamientos y sus vivencias a través de la lectura de su obra Mam’Enying y por compartir conmigo este acto de presentación “del niño fuera de la choza”, acto que esta vez se refiere a un libro y que cuando sucede entre los ndowe, -Inongo como batanga es ndowe- después de nacer un nuevo miembro de la comunidad, se celebra con danzas y buñuelos de coco, tal y como he disfrutado en Bata entre los kombes. Hoy tendremos a Paco, para esas fiestas y danzas que nos unen a todos en esta celebración de Inongo.

Antes que nada, quiero decir que una vez más me ha sucedido lo que con otros libros de Inongo, es decir que “me lo he leído de un tirón”. Me he sumergido en múltiples esferas a las que nos acerca Mam’Enying, los varios espacios geográficos y sociales, así como íntimos y privados en los que vive el protagonista, espacios que en muchos casos me son familiares.

Uno de estos  espacios es el mundo fang, que conozco al haber nacido en Guinea y que Inongo nos muestra por haberlo vivido de cerca en Camerún, un mundo en el que las mujeres aprueban y dan impulso a ciertos actos, subrayando el interés que la comunidad debe prestarles. Es el grito de oyenga que se emite acompañado de otros que repiten las mujeres al nacer un niño, al recibir una visita esperada, al conocer una buena nueva de un miembro del grupo, en el poblado, es el grito con el que ponen en valor lo que sucede en la comunidad y que en Mam’Enying aparece por primera vez cuando ABaga Mikwe aprueba el bachiller. Tengo amigos fang que echan de menos el grito oyenga de su madre ya que alhaber fallecido çésta cuando eran niños o jóvenes, han quedado huérfanos de esas celebraciones sonoras por parte de la comunidad ante los principales acontecimientos de sus vidas.

Inongo, como todos sabemos, es un escritor de buena pluma para los relatos, los cuentos que en esta obra intercala con acierto en ciertos momentos, dejando entonces reposar la acción en la mente del lector que se traslada a un mundo de leyendas sin tiempo, en el que los ancestros como es habitual en África, ocupan un lugar, un plano dentro del grupo, formando parte de éste con un peso específico que Inongo nos muestra repetidas veces a lo largo de la novela. Un ejemplo lo encontramos en la leyenda del poblado Etoozok (p. 38).

Sabemos así por el autor, del carácter migratorio de este gran grupo que ha dado lugar a los fang en Guinea y a los bulu en Camerún. Han fundado, vivido y abandonado poblados en el bosque, a lo largo de la gran migración reflejada en sus mitos, como el de su paso por los grandes lagos, donde recibirían el don del mvét o arte de la epopeya que usan los trovadores que apenas quedan hoy en dichos bosques.

Cada vez más los estudios de antropología y sociología, así como los de literatura y otros, ponen su atención en la interculturalidad, un concepto en uso creciente en un mundo global. Pues bien, Inongo nos ofrece un panorama que supone un rico caleidoscopio a través del cual, se cruzan las miradas hacia los demás y hacia uno mismo, al cruzar también los continentes.

Además de visitar estos bosques  africanos y sus mitos, sus relatos y sus costumbres, a lo largo de la obra, Inongo se adentra en otros bosques, esta vez europeos, urbanos, en los que Abaga experimenta por primera vez fuera de África, la mirada del blanco. Sus anteriores experiencias se situaban en el entorno del gobierno de Camerún al ser hijo del alcalde de Ebolowa. Quiero hacer un inciso, pues Ebolowa es el lugar donde se señalan por parte de los fang ntumu de Guinea Ecuatorial, muchas de las tradiciones relativas a la música y la danza, al ser uno de los lugares de donde provienen en su migración de NW a SE, a lo largo de centurias, concretamente muchas de las historias de Akoma Mba, héroe en sus epopeyas y la propia danza Akoma Mba, nos hablan de Ebolowa.

En Camerún, al ser hijo de “su excelencia” el alcalde de Ebolowa, se rodea de relaciones en las que el poder, el dinero y la corrupción son palpables, pero esta vivencia cambia al viajar a España, situándose su escenario en la cocina de un restaurante en Alicante, donde llega incluso a “dudar de su condición humana” ante el indigno trato recibido en su trabajo, por las dificultades de encontrar empleo y al sufrir el racismo en su propia persona.

Inongo nos ofrece diversas escenas en las que viven aquí los africanos, como los vendedores ambulantes, nos describe variados comportamientos y actitudes, por lo que nuestra visión se enriquece al poder acceder al entendimiento de ciertas experiencias humanas, que en muchos casos pasan desapercibidas a los que viven en esta sociedad de bienestar-crisis.

Los planos se superponen en el hilo que Inongo traza, al volver Abaga Mikwe hacia el pasado en sus recuerdos, cruzando al continente africano a través de sus pensamientos, a lo largo de Mam’Enying. Así, nos encontramos ante otros espacios, estos no solo de leyendas y relatos impregnados de africanidad, sino en los que se solapa la herencia colonial, la religión cristiana que convive y es permeada por el culto a los ancestros y  por “lo tradicional”, zona de 3ncuentros y fronteras que algunos llaman ”sincretismos”, en la que “·por obra y gracia”, los obispos en Camerún “hacen la vista gorda” ante la poligamia de las “autoridades”.

En ciertos pasajes de su novela, el autor refleja sensaciones profundas del que viaja a Europa desde África, sensaciones de soledad y tristeza, de nostalgia en un mundo extraño. Sensaciones a las que podemos asomarnos, un mundo emocional y cotidiano de personas que hoy viven aquí, en esta orilla. Pero también nos ofrece el panorama artificial que otros muchos africanos buscan y reproducen en África, lo que expresa en una de las conversaciones del protagonista en la que presume de lo que tiene en Europa: coches, chicas, discotecas. Experiencias contradictorias, como la de la libertad que permite la crítica a los países y al decir de Inongo:

“Es en Europa donde todos estos emigrados y exiliados acostumbran a arreglar, mediante acaloradas discusiones, las situaciones de sus respectivos países. En Europa, dicen, es donde pueden hablar libremente. Todo mandatario africano sabe que no es bien visto por la mayoría de sus compatriotas que residen en Occidente.” (p. 80).

El lugar de las lenguas africanas en el propio continente africano se sitúa como otra de las problemáticas presentes en esta obra y que aparece resumida en la p. 77 donde escribe:

“Las lenguas autóctonas eran puro símbolo de miseria y sobre todo de ignorancia y de incultura. La lengua de Molière y Victor Hugo distinguía a los hijos de las grandes familias de Camerún, de los demás”, refiriéndose al uso del francés en familias de alta “alcurnia”.

La oralidad en los pueblos africanos es soporte de la vida diaria, pero no como legado de tradiciones únicamente, sino como continuo comentario de lo que sucede. Lo que en Malabo y también entre los krío en Freetown, se llama congosá, es decir el cotilleo, refleja este carácter oral de los pueblos africanos, donde como dice nuestro amigo Justo Bolekia, “el africano que no tiene nada que contar está muerto”. Este rápido fluir de las noticias, en el pueblo del protagonista de Mam’Enying, le lleva a no poder echar marcha atrás en lo que anuncia su madre antes de su marcha a Europa y posteriormente cuando se proclama que “ya es ingeniero”, antes de iniciar ni siquiera sus estudios, cuando lo que ha efectuado es únicamente la matrícula.

Abaga, recuerda los cuentos que le dan pautas para la vida, como el cuento de Kulu la tortuga, animal que destaca por las cualidades de astucia contrapuestas a las del leopardo Nzé entre los fang, que Inongo aquí traduce por la pantera  Zhe, cualidades que la tortuga Kulu utiliza frente a su adversario Zhé y el abuso constante de su fuerza, engañándole al decirle que padece una enfermedad contagiosa, ante lo cual la Zhé huye del poblado.

La riqueza de lo vivido en el entorno de la africanidad aquí y allá, no finaliza en estos dos continentes ya que también el autor nos permite sentir y palpar una realidad que en España ha sido silenciada a pesar de tener una fuerte presencia  durante siglos y es la esclavitud. Ello ha dado lugar a diversas y heterogéneas realidades en el continente americano, que tienen un efecto en numerosas y variadas experiencias por parte de los afro-descendientes y que también han tenido consecuencias en los múltiples legados de la cultura africana especialmente conservados en países como Cuba o Brasil, lo que no ha sucedido en los países anglosajones protestantes al haber sido prohibidas estas expresiones. Nuestro autor pone el acento en la intimidad propia y singular de la afro-descendencia, al encontrarse nuestro protagonista con una brasileña cuya negrura ha supuesto un trato diferente en el seno de su propia familia lo que paradójicamente a afirmar con orgullo su identidad africana le impulsó y a emigrar a Europa. Así, podemos aproximarnos a las complejas relaciones que se establecen entre africanos y afro- americanos, en una red de sentimientos poliédricos, de cercanías y lejanías en los que caben ancestros y raíces adivinadas.  Estos mismos ancestros de nuevo aparecen invocados en un momento importante para el protagonista, cuando le pide a ella que sea su compañera.

El relato y el cuento tienen en el autor una función social didáctica que se refleja los paréntesis de oralidad repetidos en Mam’enying y en la propia reflexión del protagonista cuando dice:

“Me he dado cuenta de cuantas cosas me perdí en África. […] Por ejemplo, porque no supe aprovechar la sabiduría de mi abuelo. En África los abuelos son los que más se ocupan de educar a los niños […] Mi abuelo paterno no estaba siempre con nosotros pero cuando venía, nos reunía en el patio para contarnos historias y cuentos y nosotros apenas le hacíamos caso- explicó Abaga Mikwe con nostalgia.”

El pensamiento de este cruce de miradas en un espacio multipolar, caleidoscópico, reticular, de blancos, morenos, negros, claros y mulatos, de occidente y la africanía en tres continentes, late en toda la obra de Inongo que resume cuando escribe:

“No puede ser más curiosa ni más absurda la situación del hombre en el mundo. Unos y otros se creen siempre superiores y mejores que los demás y los pobres, despreciados y discriminados por los ricos y poderosos, se discriminan y se desprecian igualmente entre ellos ¡Que curiosa y absurda es esta vida!”

Existe en toda obra un pensamiento central que late en el telón de fondo  de quien la crea y quiero leer un fragmento que esconde a mi parecer este pensamiento en Mam’Enying.

“Ciertos escritores africanos denuncian que, al abrazar pensamientos ajenos que nos alejan de los que nos ayudaban a mantener el equilibrio, hemos violado lo sagrado […]. Hoy más que nunca creo que los africanos hemos violado lo sagrado y debemos recuperar aquellos valores que daban equilibrio a nuestros pueblos.” (p.159).

“He conocido África leyendo a muchos escritores africanos de diversas ideologías. […] Me he quedado con la reflexión de un autor que se pregunta si el fracaso de todos los planes de desarrollo que se han llevado a África negra no se deberá al ancestral espíritu [y de nuevo nos sitúa el autor entre los ancestros], que no quiere que triunfe en su seno solamente una civilización científico-materialista, como ha pasado en Europa y en todo Occidente….”

Este pensamiento expresa en profundidad  lo que comparto plenamente con Inongo, al situarme yo con él en un estadio de espera, o de esperanza,  al abogar o creer o desear que tenga lugar un desarrollo africano desde la africanía, desde la africanidad, desde la africanitud.

Sin embargo a esta espera o esperanza, se suma una sublevación que aflora casi al final del libro cuando el protagonista desea tener poder para denunciar la injusticia y “tener una varita mágica con la que contagiar a todos los negros del mundo ¡que salgan de sus escondites!”

En resumen, un libro ameno y enriquecedor que nos habla de África desde diferentes ángulos y miradas, sentimientos, pensamientos y vivencias de nuestro Inongo que el que lo lea, tendrá la oportunidad de compartir.

 

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