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PRISIONEROS VOLUNTARIOS SIN PENAS…

Hace unos años, desde esta ciudad de Europa donde vivo, se me ocurrió trasladarme por imaginación, a un pueblo de África negra, que podía ser el mío propio, y vivir con sus habitantes, unos largos días de catástrofe, debido al cambio climático. Quería vivir con mi gente, aunque sea por imaginación, ese posible drama por el enfado de la madre naturaleza debido al desprecio, convertido en destrozo que la estamos causando los humanos. Me salió en esa imaginación, la novela: “CUANDO EL CIELO Y LA TIERRA SE CONFABULAN…”, publicada por la edición Sial/Casa África, de Madrid.

Quería vivir y sentir junto con los míos, el drama, la angustia y el dolor que, en nuestro mundo, pagan siempre los pobres y débiles del momento y del lugar, por las faltas o delitos cometidos, también por los ricos y poderosos del momento y del lugar. Los habitantes de MASSAKA, aquel pueblo imaginario de mi mente entonces, morían algunos, mientras enfermaban otros, debido al agua envenenada que les caía del cielo…

Angustiados los supervivientes, éstos optaron por recluirse en sus casas y convertirse en prisioneros voluntarios sin penas dictadas. Es decir, sin fecha de duración de su cárcel obligada y voluntaria a la vez. El cielo y la tierra, cabreados ambos, se habían confabulado para imprimirles ese duro castigo.

Lo que yo me había imaginado entonces en mi África negra natal, base y fuente, donde caen siempre todas las desgracias, debidas a los castigos de Dios del cielo, de los dioses, de los espíritus y de los hombres poderosos de la tierra, sorprende que algo parecido está ocurriendo en Europa.

Europa y Occidente, tierra de la perfección, “hijo/a” amado/a y preferida/o de DIOS, está viviendo en estos momentos una situación parecida a la de Massaka. Si en aquellos años del pasado, propulse mi imaginación para acompañar a los míos a vivir y compartir la angustia de un castigo injusto de Dios y de los dioses, hoy en Barcelona, la ciudad de Europa donde resido, estoy viviendo en carne y huesos una situación parecida.   

Los indígenas de esta ciudad y del país entero, así como los inmigrantes como yo, estamos viviendo recluido/as, convertido/as de la noche a la mañana, en PRISIONERO/AS VOLUNTARIO/AS SIN PENAS DICTADAS, en nuestros respectivos domicilios. La situación se parece al de un mal sueño. Si en Massaka, el veneno que caía del cielo y mataba indiscriminadamente a la gente, era un espíritu malo, invisible en ojos de las personas normales, pero sí, perceptible en los de algunos brujos, y del aparato de blancos que utilizaba el único médico del pueblo con su equipo, aquí en Europa, sus brujos-médicos, con sus ojos especiales también, han descubierto la forma y el tamaño del malévolo “mal espíritu”, y lo han dado el nombre de coronavirus.

Este “mal espíritu”, cuyo nombre nunca se olvidará en la historia de la humanidad, es el que, en estos momentos, no como en un sueño imaginario, sino en la vida real, mantiene en jaque a toda la humanidad entera, sobre todo a Europa. Europa, gran fabricante de muertes, penurias, a otros pueblos débiles y pobres del mundo, para bienvivir y fortalecerse aún más, por las desgracias de éstos otros, está contemplando, impotente e incrédulo, cómo un miserable y diminuto “mal espíritu”, llamado “coronavirus”, está llevando a las tumbas a muchos de sus ciudadanos, obligando a cumplir “prisiones obligadas y voluntarias sin penas” a la vez, a casi todos sus nativos sanos, y colapsando sus estructuras sociales de todos los ámbitos. ¡MAM ´ENYING!, (Cosas de la vida).

Este “mal espíritu”, coronavirus, ¿viene del cielo, del castigo de los dioses de la tierra, o, de los laboratorios de los propios dioses-hombres de la tierra, acostumbrados ellos a crear y fabricar este tipo de pequeños y grandes “malos espíritus” para castigar a otros pueblos débiles de la tierra, y ha pasado lo que vengo recordando siempre, “que toda injusticia tiene un efecto boomerang…”? Puede que nunca lo sepamos. Pero, ¿por una y esta vez, la humanidad habrá aprendido algo…?

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